sábado, 25 de junio de 2016

BITACORA VIAJE

A partir del reciente segundo acercamiento al lugar y a nuestro actor social concluimos con un encuentro profundo entre nuestros pensamientos e ideologías con los de la gente y el espacio al que arribamos. Mediante un diálogo mutuo de intercambio de sensaciones y experiencias pudimos ver aquello que pensábamos que estaba allí pero que no podíamos ver, ni sentir con nuestras costumbres. Debimos traspasar un velo de racionalidad para poder alcanzar aquello que estábamos buscando: lo mágico, lo pagano, lo sobrenatural, lo intangible, los miedos, los silencios y las construcciones mentales.
    Supimos esperar, calmar y pensar. Entendimos que el tiempo de experimentación y vivencia que demandaba el documental era fundamental. Pensamos tener una idea concreta de antemano, que todo lo que teníamos previamente se vería plasmado en acciones, pero por gracia del destino no fue así. Las posibilidades de guiar a tan inmensa persona con una rica y enrevesada historia de vida eran casi ínfimas. Pudimos ver la posibilidad de apreciar al sujeto y dejarlo ser, entender sus pensamientos, sus miedos y sus pasiones para explotarlas al extremo.
    La búsqueda se centró principalmente en una persona: Cecilio “el cordillerano”. Un hombre de familia que convive con un pasado complejo y un presente calmo. Nos centramos en él, ya que sus facultades y su técnica en cacería (maricar, en guaraní) eran sumamente interesantes para nosotros. Por otro lado, su experiencia como hombre que convive con la naturaleza es muy sabia, desde la infancia. A través de intercambios de pensamientos y experiencias, el diálogo se fue abriendo y abarcando tópicos más íntimos y personales; fué ahí, donde dimos cuenta que él era la persona que estábamos buscando, que encarnaba todas las ideas que fuimos a buscar y extrajimos del mito del Lobizon.
    Sin embargo, nuestro proyecto se fue expandiendo hasta abarcar más allá del mito mismo. Rozó las barreras de los miedos y el hombre, de la naturaleza y las construcciones mentales del humano, la astucia del hombre para darle nombre a aquello que sucede en el monte. Debimos entrar de lleno en el más difícil de los problemas, el de la representación. Es un postulado que el documental tenga como axiomas fundamentales el verosímil y lo real de la cuestión. Es cierto que nos centramos en estos pilares, y hasta ahora lo seguimos haciendo, pero los casos posibles de mantener hasta el final esta propuesta se adhieren a sus circunstancias específicas. Preferimos acudir a la disposición estratégica y distributiva de la información y los elementos constitutivos del realismo en sí. No obstante, estos elementos dramáticos concurren y se manifiestan de forma instintiva y natural.
Vivimos aquello que creíamos arduo de vivir, dimos con lo real del mito, lo tocamos, lo apreciamos y volvimos para contarlo en imágenes y palabras.

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